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CARTA ABIERTA A FRANCISCO I

abril de 2014

Papa Bergoglio:
Vaya por delante mi respeto y una cierta admiración por los primeros gestos de su papado (ya sé que SS prefiere denominarlo episcopado romano). Alabo su decisión de no residir en las estancias vaticanas, de renunciar a los armiños principescos, de sustituir los coches de alta gama por vehículos “utilitarios”, de huir de los damascos, de preferir los zapatos de batalla a las babuchas “vintage”, de tolerar que la cátedra de San Pedro pueda convertirse en un juego de niños sin ver en ello desdoro ni profanación habiendo dejado muy claro que con los niños no se juega, de escuchar la vox populi de la cristiandad en el tratamiento de las personas divorciadas, de calificar como VERGÜENZA el capitalismo que nos está volviendo al esclavismo, de ser capaz, siendo Vos quien sois, de decir “¿Quién soy yo para juzgar…?” Tan sólo una ocurrencia que le viene así de pronto a mi mala cabeza: aprovechando de que además de obispo de Roma es Papa, por qué no le hace alguna sugerencia al arzobispo de Alcalá (Rouco ya es agua pasada pero que sigue moviendo molino) y otros pastores hispanos que parecen emparentados con Viriato (lo digo porque han llevado el vade retro satánico a los inicios de nuestra civilización).
Hago este reconocimiento desde mi posición de no creyente tolerante y respetuoso con todas las creencias, pero a la vez crítico con las incongruencias, con las dobles morales, con las leyes del embudo, con los fariseísmos, con las tradiciones injustas, discriminatorias, vejatorias u ofensivas que no estoy dispuesto a seguir tragando como pan bendito. No entro a juzgar la sinceridad y la determinación de sus intenciones de dar un giro copernicano a la nave de San Pedro. Tampoco puedo saber el tiempo que la salud y los “accidentes” le darán para abrir una mejor ruta hacia el Nuevo Mundo. Pero sí entreveo las dificultades, los obstáculos, las mafias de la curia, los intereses creados, las vergüenzas a encubrir, los privilegios a mantener a toda costa, las inmunidades a perpetuidad, el boato y la pompa vendidos como sacralidad y sacramentalidad (¿se compadece la liturgia sacra con una simple y familiar cena pascual?, ¿tienen algo que ver esos desfiles carnavalescos de mitras, báculos, capas pluviales, incensarios, cruces áureas, cálices visigodamente empedrados, tiene algo que ver toda esta parafernalia, repito, con el maestro que vestido de calle lavó los pies mugrientos de unos apóstoles que estaban hechos un lío?, ¿hacen falta tantas hostias para compartir el pan y el vino en memoria del Nazareno?). De todos modos, consciente de la inutilidad de estas líneas que le dirijo, sin ánimos de poner una pica en Flandes y menos aún en el Vaticano (para eso está la guardia suiza), y aceptando que sus altas ocupaciones y sus muchos dolores de cabeza no le permitirán ni por casualidad leer esta supuesta y humildemente pretenciosa carta, voy a hacerlo, más que nada por desahogo y jugando con la posibilidad de que, al dejar el sobre abierto, algún curiosote/a se anime a ver lo que un atrevido “anónimo” bastante descreído osa decirle a Su Santidad.
“Mi reino no es de este mundo” –dijo Jesús de Nazaret, aquel predicador que en su afán de reformador religioso no escogió para su séquito rabinos de alto predicamento, miembros del Sanedrín, ni fariseos de grandes filacterias. Se fue a buscar su apostolado entre gente de base, personas normales de variopinta clase y condición: impulsivos sí, a veces egoístas, con más de una duda sobre aquel tinglado y su gestor, y tantas veces con el miedo metido en el cuerpo. Pero allí seguían. Por cierto que si el Maestro hubiera consultado a una cazatalentos como Esperanza Aguirre, nunca hubiera escogido a Pedro para ser la piedra angular y el Cefas (cabeza) de su proyecto mesiánico. Y digo mesiánico porque creo que sus sueños no iban más allá de hacer una nueva interpretación de la Ley y los Profetas, una reforma religiosa pura y duramente judía. Ni siquiera salió de Israel en un gesto profético de la globalización. La colonización y deslocalización de la nueva corriente religiosa fue una visión y proyecto de Saulo de Tarso.
Pero volvamos al inicio. El Maestro también dijo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Dejando aparte la posible interpretación de que Jesús acepta la sumisión a un poder político aunque sea injusto, represivo, colonizador, dominador…, lo que sí parece claro es que en este reparto de las áreas de influencia su papel se reduce al lote de Dios, a las cosas del espíritu. Estos principios nazarenos pronto se resquebrajaron: el edicto de Milán diluyó las fronteras de las soberanías al convertir el cristianismo en religión “oficial” del imperio, así que Dios y el César se hicieron carne en los Estados Pontificios. La espada y la cruz se fundieron para gestionar guerras de religión, tramas de poder y colonizaciones esclavistas camufladas bajo la denominación de “evangelizaciones”. Sólo los sueños unionistas de Garibaldi, redujeron, pero no anularon el poder temporal del papado que debía representar al Mesías que había establecido las fronteras de su reino más allá de este mundo. La Santa Sede es un poder de este mundo: tiene su representación en las Naciones Unidas, dispone de nunciaturas (embajadas) por todo el mundo (está estudiando su expansión por el área asiática), cuenta con sus dicasterios (ministerios), recibe embajadores, tiene su banco …Además de Obispo de Roma, de Sumo Pontífice, es la autoridad suprema del Estado Vaticano que, por cierto, tiene una estructura poco democrática (el Papa nombra el Colegio Cardenalicio que a su vez elige el próximo papa: endogamia pura y dura), cuenta con una curia a modo de corte regia medieval que manipula y conspira más allá de la cobertura del Espíritu Santo, practica el apartheid machista donde sólo los varones (por lo filtrado, de todas las tendencias y condiciones) tienen algo que decir y que mandar.
Si de verdad quiere ser exclusivamente un líder espiritual, el primer servidor de la cristiandad (comunidad de conciencias que comparten creencias y vivencias) declare finiquitada la Santa Sede y clausuradas, en consecuencia, todas las nunciaturas enviando sus “funcionarios” a predicar y vivir el evangelio de los pobres en tantos lugares dejados de la mano de Dios. Lleve a la práctica sus convicciones sobre el estado laico comunicando a los gobiernos afectados que entiende por abolidos y por tanto extinguidos todos los concordatos que otorgan privilegios y distinciones a la Iglesia Romana. En consonancia con su ejemplo, llévese todos los cortesanos de los palacios pontificios a una sede funcional y sencilla sin exquisiteces renacentistas. Entregue el territorio vaticano a la República Italiana en unas condiciones de utilidad social como puede ser una fundación cuyos fondos estén destinados exclusivamente al progreso de países subdesarrollados y al apoyo de ONGs ocupadas en la lucha contra la pobreza y la desigualdad social. Igual suerte podría correr el Museo Vaticano: salvados los gastos de mantenimiento y el usufructo social de este patrimonio de la humanidad, si hubiera beneficios podrían ser aplicados al desarrollo cultural y educacional de países pobres.
¿Y qué decir del Banco Vaticano disimulado bajo la nomenclatura de Instituto para las Obras de Religión (IOR)? ¿Qué “caudales” maneja este Instituto, de dónde provienen, por qué fondos de reptiles discurren, en qué sectores de la economía global se invierte y especula? Si Jesús de Nazaret recomienda a sus seguidores ser la luz que ilumine al mundo, la iglesia debe dejar que la luz y los taquígrafos (el nazareno no podía saber de estas modernidades) visibilicen los entresijos de esta “reserva federal” que tiene muchos visos de ser una cueva de ladrones. No esconda, Santo Padre, la luz debajo del celemín y recuerde a su jerarquía que la iglesia que quiere, se guía por los modelos ecológicos: las aves del cielo y las flores del campo. No creo que esto guste a tantos vientres orondos revestidos de boatos demodés. Pero es su guerra contra el poder de las tinieblas y la prueba del algodón para sus buenas intenciones y para sus compromisos. Decrete, pues, el cierre de este engendro criptobancario por quiebra moral: sus reservas, debidamente regularizadas, derívelas a una banca ética comprometida en microcréditos e inversiones no especulativas que permitan y promuevan el desarrollo de tantos territorios depauperados.
Como aficionado a la literatura tengo que confesarle que no me gustan nada esas nomenclaturas pastoriles que califican a la iglesia de grey o rebaño. La cultura urbanita y los comportamientos gregarios de los ovinos no despiertan demasiadas simpatías ni expresan adecuadamente las reglas de juego de una sociedad civil ni religiosa (tal vez se aproxima a una militar). Eso de “pastor” suena a prehistórico e inaceptable para designar al guía de una comunidad de animales racionales. No es detalle menor que el pastor y las ovejas de la metáfora evangélica pertenecen a la misma especie. Por otra parte la historia humana está cargada de desgracias promovidas por iluminados y visionarios, salvapatrias, líderes mesiánicos, cabezas infalibles, mujeres y hombres de hierro…que han marcado el camino de los pueblos y las conciencias. ¿Por qué hay miedo a que el Espíritu Santo sople de abajo a arriba, de la base de la pirámide al vértice? ¿Hay razones para creer que peligra el triángulo divino si se democratiza la infalibilidad porque, haciendo esta ruta, se puede equivocar la paloma? ¿Hay riesgo de que se hundan los cimientos teológicos de la cristiandad si los obispos (u obispas) son elegidos por la comunidad diocesana? Dado que el Papa es tan sólo el primero entre iguales, ¿por qué no son los iguales (todos los obispos) los que determinan quién es el “Primus”? (las tecnologías modernas permiten perfectamente ejercer responsablemente este cometido sin desplazamientos geográficos). La iglesia primitiva era centrífuga, la actual no sólo es romana sino también romí-peta. ¿Qué fundamentos bíblicos inamoviblemente de fe imponen que el Paráclito sea alicorto incapaz del vuelo rasante? Llegados a este punto, pido excusas porque reconozco que me he metido en un jardín que no es el mío y que me he presentado aquí sin que nadie me diera vela en este entierro. Pero lo escrito, escrito está.
Me traslado, Santidad, a otro berenjenal : la desmasculinización de la jerarquía católica, reconociendo de una vez por todas la igualdad de género. Ha llovido mucho (incluso ha habido diluvios.) desde la maldición paradisíaca (“ buscarás con ardor a tu marido que te dominará”: Gen. 3,16) y el recetario paulino (“La cabeza de la mujer es el hombre” -1Cor 11,3). Esto es Palabra de Dios, ¿o no, Santidad? Los exegetas y “acomodadores” bíblicos se empeñan en decirnos que los textos sagrados han sido escritos en una época determinada, para unas sociedades regidas por otros parámetros muy distintos a los nuestros, en unas lenguas que conforman estructuras mentales distintas y que por tanto procede interpretar y reinterpretar la literatura bíblica. Aceptado el principio, yo me pregunto humildemente, quién dicta y bajo qué criterios, cuándo se ha de entender al pie de la letra y cuándo hay que interpretar que se trata de “un modo de decir”; cuándo nos encontramos ante la pura y desnuda verdad de fe y cuándo topamos con un mensaje oculto bajo ropajes de época. ¿Por qué ante algunos preceptos o comportamientos de personajes bíblicos se pide comprensión ya que son fruto de una época histórica desarrollada a ciertos niveles pero aún prehistórica en derechos humanos, y en otros casos se pretende traspasar bajo el pretexto de verdad revelada, modelos patriarcales vigentes aún en tiempos neotestamentarios.¿Es lógico disculpar los comportamientos de Abraham en Egipto, la poligamia de Jacob, la promiscuidad de David, y presentar como argumento inamovible de la exclusión del sacerdocio católico a las mujeres, el hecho de que Jesús de Nazaret sólo escogió varones para el “colegio apostólico”? En la sociedad judía de su tiempo (de la que nunca renegó) el papel de la mujer era como mucho de comparsa .Fue un hombre de su tiempo aunque nunca llegó a interpretar la ley mosaica como el ultramontano apóstol Pablo:”vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.” (1Cor 14:34- 35). Querer mantener este estatus quo en los tiempos presentes, se sale de lo razonable (no sé si también de lo creíble). Por otra parte, ¿tan mala experiencia tuvo el Espíritu Santo en sus relaciones con María, hija de Joaquín y madre de Jesús, que se niega a perpetuidad a descender sobre la cabeza de un ser humano que no tenga entre las piernas un determinado sexo? No es este asunto, Soberano Pontífice, un tema interno de la Sancta Mater Eclesia, porque esta discriminación atenta contra los derechos humanos que establecen la igualdad entre sexos. Se filtra por los medios que parece estar dispuesta Su Santidad a permitir el acceso de mujeres al Colegio Cardenalicio que es quien nombra al sucesor de San Pedro. Pero estas siervas de Dios, con las actuales reglas sólo serían electores, pero nunca podrían ser elegibles por estar incapacitadas para ser Obispas de Roma. Continuaría la discriminación. ¿Cómo puede ser que “no hay hombre o mujer en Cristo Jesús” (Gal. 3,28) y a las féminas se las considera incapacitadas para perdonar los pecados, sin dotes para transformar el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo, indignas de convocar al Espíritu Santo para recibir o transmitir el sacerdocio? La nueva teología de la mujer, será una chapuza, un apaño, una simulación en diferido de la masculinidad eclesiástica si no pasa por la prueba del nueve: EL SACERDOCIO DE LAS MUJERES. No entro en el asunto de la pérdida de capital humano que la Iglesia Católica está dilapidando y más en los tiempos que corren, porque eso sí que es un tema de administración interna.
No quisiera dejar en el tintero (habría que decir en el teclado) algo que también tiene que ver con el sacerdocio. Su predecesor Benedicto XVI dispuso: «La Iglesia no puede admitir en el seminario y en las órdenes sagradas a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay». ¿Pasan la criba los que practican la heterosexualidad y los que presentan tendencias heterosexuales profundamente arraigadas? ¿Qué aparato mide la profundidad de la raigambre homosexual y en qué punto de 0 a 10 salta la alarma del homotermómetro? ¿Se encuentra en los mercados este artilugio o esto funciona a ojo? ¿Se exige también a los heterosexuales ponerse el termómetro para medir el nivel de la calentura y pasar por el polígrafo que detecte las dimensiones de sus raíces apetenciales? Yo siempre creí que las exigencias del celibato era la prohibición de las prácticas eróticas (no está claro si sólo con partener), sin entrar en qué canal sintoniza el cuerpo del candidato.¿ Por qué no se cree en el esfuerzo que el aspirante está dispuesto a hacer para mantener la castidad, y por principio se sospecha de su capacidad y de su determinación cuando se trata de un homosexual?. Tampoco esta normativa benedictina es un quehacer interno y exclusivo, porque atenta claramente contra la igualdad , y una iglesia que dice construirse sobre el amor y la hermandad de los seres humanos, no debería discriminar a algun@s hij@s de Dios (es mi humilde criterio que por supuesto es “externo”).
Me temo, Santo Padre, que muy posiblemente estoy pidiendo peras al olmo. Ojalá sus palabras y gestos franciscanos no sean tan sólo un maquillaje o un superficial sistema de adaptación consistente en que algo cambie para que no cambie nada. Los hechos demostrarán si logra desmentir el axioma cervantino: “con la Iglesia hemos topado”. Con el deseo sincero de que los derechos humanos formen parte de los derechos divinos, porque además de ser bueno, justo y saludable, sin duda proporcionará.