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LA PEOR CUÑA

noviembre de 2014

Dice la sabiduría popular que “no hay peor cuña que la de la propia madera”, sentencia a la que podríamos añadir: “líbreme Dios de los amigos, que de los enemigos ya me libro yo”. Es normal que la jerarquía católica, machista y tridentina, subestimen a la mujer y la condenen a la sumisión. Es previsible que la derecha casposa y perdonavidas de este país haga comparaciones inauditas al definir el papel de la mujer: la violabilidad de las leyes, los sistemas de riego…Pero que una mujer, madre de seis hijos, declare la incompatibilidad de la fertilidad FEMENINA con la idoneidad laboral, parte de arriba a bajo, como un rayo devastador , la condición humana, que siendo una y única, se expresa en doble versión.
«Prefiero a una mujer después de los 45 años o antes de los 25 porque, por el medio, ¿qué hacemos con el problema?». Supongo que esta señora sigue creyendo en la historia del Paraíso Terrenal y por tanto en la maldición de la mujer condenada a parir y si es con dolor más bíblico todavía. ¡Cuánta maldad ocultan o revelan estas palabras! La maternidad ¿es un problema? ¿Para quién, por qué? Continúo suponiendo que esta empresaria tiene presente que la economía debe prever un relevo generacional que siga haciendo girar la rueda productiva. Y l@s niñ@s no vienen de París. ¿O es que piensa volver a los tiempos del esclavismo importando de África o Asia la mano de obra barata, además de depredar los países tercermundistas, arrebatándoles los escasos técnicos que son capaces de generar? Pretende esta superwoman clasificar su género en dos subespecies: mujeres trabajadoras y mujeres de crianza? La casta empresarial neocon que Mónica de Oriol representa, obsesionada por la competitividad (léase las ganancias) ha reducido los trabajadores a meras máquinas productivas. La empresa sólo tiene un objetivo: ganar dinero. Eso de la función social es cosa de bolcheviques, bolivarianos o empoderados pabloiglesistas. Si para ganar más dinero hay que despedir empleados, se fabrican EREs; si los asalariados han de trabajar más por menos, se promueven reformas estructurales; si hace falta ocultar ganancias impunemente, se tramita una amnistía fiscal…El resultado es que cada vez hay más ricos en el país y estos ricos (los viejos y los nuevos) son cada vez más ricos. Y mientras tanto crece el desamparo de los desempleados, tan sólo se firman contratos basura o de low cost, se trasmutan los contratos laborales en “subcontratas”a autónomos obligados, se dispara la pobreza laboral e infantil, nuestros licenciados y diplomados se exilan a Europa aunque sea para hacer los trabajos que ya hicieron allí sus abuelos. Pretenden engañarnos como a chinos: el estado del bienestar es insostenible y las ideas socialdemócratas nos llevan al desastre. En este valle de lágrimas hay que vivir para trabajar y no trabajar para vivir. Y que no se equivoque la ciudadanía, porque si cae en tentaciones populistas se retiran los capitales, se deslocalizan las empresas, la prima de riesgo enloquece… y la Apocalipsis está garantizada. Bonita manera de entender la democracia, ¿no?
Pero volvamos a las opiniones de la bisnieta del promotor del Talgo. «Si una mujer se queda embarazada y no la puede echar durante los once años siguientes a tener a su hijo, ¿a quién contratará el empresario?» ¡Qué pérfidas las mujeres: se embarazan y a vivir del cuento durante once años! Vienen al trabajo por justificar el sueldo, les importa un bledo su compromiso profesional, se guardan las energías para cuando vuelvan a casa…Palabra de Mónica: «Esa protección de la mujer la desvincula del alineamiento con los intereses de la empresa y la desconecta del esfuerzo diario». ¿Qué es eso de jornada reducida, de conciliación de la vida laboral y familiar, y otras excusas de mal trabajadora? El ejemplo es ella misma: dos hijos mientras realizaba sus estudios y cuatro más pilotando empresas. Hay que echarle un par de ovarios y dejarse de mamandurrias. Pero las proletarias, señora mía, son unas flojas, instaladas en una burguesía de clase media que les queda grande. Disfrazan bajo los pretextos de la maternidad y el amor familiar, su nula disposición al sacrificio. No quieren “volver tarde por la noche ni viajar constantemente”. Falta de ambición o de ojo al escoger pareja. La mujer que quiera romper el techo de cristal tiene dos opciones: presentar en la empresa un certificado de ligamento de trompas, documentación sustituible por un voto de castidad compulsado por la Conferencia Episcipal, o acreditar que está casada “con un funcionario o con un marido al que le gusten mucho los niños».
Vamos por partes. Una vez más la clase empresarial vuelve a cargar contra los funcionarios, esos especímenes huidizos del trabajo, que racanean todo lo que quieren y más, que pueden dejar de ir a trabajar si les place, y abandonan su puesto cuando les acomoda y les desacomoda…Si el niño tiene anginas o gripe, si hay que llevarlo al médico o recogerlo del cole, si está apuntado a actividades extraescolares y necesita que alguien le dé de cenar…no hay problema siempre que haya un progenitor funcionario exento de obligaciones laborales, con barra libre de “moscosos” y horarios recortables de libre disposición. Quiero entender que Mónica de Oriol está en la misma onda que Joan Rosell, presidente de la CEOE que opina que “a lo mejor, es mejor ponerles un subsidio a que estén en la Administración consumiendo papel, consumiendo teléfono y tratando de crear leyes”. ¡Ya está bien de denigrar a los funcionarios y desprestigiar a la administración pública!
Analicemos la segunda opción: marido muy niñero. La verdad es que no llego a entender lo que propone esta dirigente empeñada en la cuadratura del Círculo (de empresarios, claro) ¿Niñero quiere decir marido comprometido al 50 % en la crianza y educación de los hijos, tarea con la que disfruta y se siente realizado? ¿O simplemente habla, desde un machismo camuflado, de un marido que acepte que se dé la vuelta a la tortilla? ¿Está insinuando que en las entrevistas para acceder a un puesto de trabajo a los hombres se nos puede (o debe) exigir una declaración jurada sobre nuestras tendencias “niñeras” ? ¿La productividad ha de ser el valor absoluto ante el que cedan y retro-cedan los derechos humanos?
La mayoría de mortales queremos un trabajo con una remuneración tal que nos permita cubrir nuestras necesidades y algún pequeño lujo o vicio, pero también defendemos el derecho de tener y gozar de una familia, y puestos a pedir, señora de Oriol, por qué no reclamar un tiempo libre para descansar, satisfacer nuestras aficiones y gozar moderadamente de nuestros días. Exigimos demasiado, ¿verdad? Pues así entendemos muchos la calidad de vida. Somos gente normal, con pequeñas ambiciones , con alguna que otra ilusión, con valores que no cotizan en bolsa. Nuestra meta no es ganar dinero, no tenemos obsesión por las tarjetas black, ni nos pone el frenesí por los sueldos y ganancias inmorales, ni nos sentimos frustrados si no viajamos en business (¡de primera!), si no comemos con cinco tenedores o pernoctamos en un cielo de cinco estrellas. Pero no estamos dispuestos a que los delirios de algunos se alimenten de negarnos a la mayoría la dignidad y el más elemental respeto por los derechos humanos.
Supongo que un vástago digno de los Oriol, no vio peligrar sus estudios por las tasas universitarias o el recorte de las becas. Además de no tener que simultanear trabajo y estudios, pudo permitirse el lujo de tener (que no criar) dos hijos. Creo que no es mucho suponer que contó con el servicio doméstico apropiado. Y ya metida en las lides empresariales no necesitó de marido funcionario o niñero para sacar adelante otros cuatro hijos más. No le importaba llegar tarde a casa porque su sentido maternal se conformaba con darles a los niños un besito de buenas noches y gozaba por la mañana, como la señora Mato, viendo cómo los vestían para ir al colegio.
¡BASTA YA!