Vaya pueblo > DE CASA EN CASA

Mi pueblo son siete Barrios,
antes llamados Burguillos,
de los cuales se formó
este pueblo de Barrillos:
bajando por La Collada
está el barrio La Reguera,
luego le sigue El Cantico
y, ya en la carretera,
se halla el barrio de Los Pozos
y girando hacia la izquierda
está el barrio de La Poza
que también un barrio era;
le sigue el barrio de El Medio,
más arriba el de La Cuesta,
por fin el barrio de El Rollo
saliendo hacia La Devesa.

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Voy a describir las casas
de que se compone el pueblo:
la primera es la de Maxi,
precedida de un gran huerto
con unas matas de flores
que da mucha envidia verlo:
como que lo cuida Tudes
en verano y en invierno.
Después la casa de Oliva,
antigua casa “El Herrero”
porque tenía una fragua
antes de entrar muy adentro:
se arreglaban herramientas
de los vecinos del pueblo
(igual calzaba una azada,
que afilaba un par de rejas,
el pico y el azadón
o alambraba unas cencerras)
Y muy cerca de la orilla
de un minúsculo reguero
una casa hay sin tejado

teniendo al lado un hornero:
éstas dos eran de Flora
y con dos de Priscila, al medio,
está otra casa de Flora.

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No está la de Cinti lejos,
siguiendo una callejuela
llamada del Tío Tobías,
tras unas verjas de hierro.
Y siguiendo más abajo
la de Segis o del “Chejo”
después de unas puertas grandes
(¡ay no sé quién es su dueño!).
pero todo este complejo
fue de mi tía Marcelina
que era madre del tío Siro,
de Segis y Luzdivina.
La primera a la derecha
es de Mercedes, mi prima,
con perales en los huertos
que le dan peras muy finas:
bodega y pajar enfrente,


con un patio muy bonito
que al estar muy bien cuidado
aún parece más chiquito.
Detrás de la de Mercedes
las ruinas de una casucha:
fue de la madre de Tudes,
la cual se llamaba Justa;
tiene allí Tudes un huerto
del cual probé una manzana
(creo que son las mayores
de todas Las Arrimadas).
La manzana que he citado
me la regaló mi nieto
que es muy amigo de Paco
que de la dueña es su yerno.

Y siguiendo por la calle
un poquito más abajo,
la casa de la tía Julia,
al lado la del tío Alvaro:
ahora es de Luz y Pris
teniendo una gran portada,
un arco de medio punto
hecho de piedra labrada.


Las dos casas para mí
tienen muy dulces recuerdos
pues allí solía yo ir
a la hila en el invierno
con Higinio y Florentino,
con Nieves y Donatila,
con Amado y con Rufino,
con Juventa y Alegría.
¡Casa de mi abuelo Juan,
hoy te veo derruida
con la de los principiantes
que allá en tiempos era mía!
La casa del tío Gabriel
que hoy es de cuatro familias:

de María “la francesa”,
de Lucrecia y de Virginia,
y en medio de aquestas tres
tenemos la de Ernestina,
que, procedente de Laiz,
es una buena vecina.
Tras un nogal muy bonito
está la del tío Isaías:
antes era del tío Emilio
y de la tía Catalina,
de Epulpino y Asunción,
de Ifigenia y de Sira;
ahora creo que será de Cruz,
de Victoria y Adosina;
ya ni los muros le quedan
entre ortigas y entre zarzas,
como la del tío Basilio,
igual la de la tía Sara.

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¡Qué pena me da pensar
que lo que fueron dos casas
ahora sea un mal solar!

Y viene mi casa vieja
donde mi madre nació
y nacieron mis hermanos,
donde también nací yo:

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hoy es de Raúl, mi hermano
(-¿qué estás haciendo, chaval?
Trae la corra de chorizos,
la jarra y…¡a merendar!-).
Tiene un buen huerto de fruta
y cuando vivía mi abuelo
daba la fruta más rica
que se criaba en mi pueblo (¡!).
Ya para Acisa saliendo
viene la casa de Blanca
(ella es justo la del medio
de las dueñas, mis hermanas):
en mis tiempos de chiquillo
corte de cabras y ovejas,

pero, queridos amigos,
más tarde la hicimos nueva;
y digo yo que la “hicimos”
porque yo saqué la piedra,
ayudado por mi padre,
en lo alto de la Sierra,
y yo traía la cal
y yo fui quien trajo la arena:
la una de La Losilla,
la otra de la arenera .
Sigue por la misma acera
la casa más divertida:
lo digo porque esta casa
es la casa de Alegría.
Un poco más adelante,
también un poco apartado
chalet de Juventa y Luis,
y Mari-Nieves al lado

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De frente, aunque poco antes
está la casa de Evelia
y de mi primo Daniel
que casi siempre está llena:
aquí vivía el señor
de todas las Arrimadas,
también el Ayuntamiento
en tiempos de Mari-Castaña;
la Constitución del DOCE,
llamada también “La Pepa”,
llevó nuestro ayuntamiento
y no queda ni la muestra.


Y siguiendo hacia La Ercina
la casa del tío Paulino
(¡qué pronto te nos marchaste..
paz a ti, querido amigo!),
y luego el palomar de Carmen
que el pobre está derruido.
Allá, a quinientos metros,
por si quieres ir a misa,
está nuestra bella Iglesia
compartida con La Cisa:
rodeada de caminos,
a la espalda el cementerio,
resalta majestuosa
con muchos siglos de tiempo.

Hagamos punto y aparte
y volvamos hacia el pueblo.
Es la casa de Atilano
la que nos toca primero:
rodeada de tres calles
está en .el medio de un huerto
que adosado al de la Fragua
hace un triángulo perfecto
muy poblado de frutales,
con el Carcaval al medio.
Y hay enfrente un gran peral
en la huerta La Campiella
que da las peras más dulces…
Si no que lo diga Evelia.
Tras la casa de Amparines,
siguiendo la carretera,
está la casa de Duva

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(amiga Duva, no contesta:
antes, al ir para misa
dos veces yo te llamaba
-¡Duva, Duva, que ya es hora!
-¡Ahora voy…-me contestabas)
Casa de la tía Matilde
la sigue a continuación,
de Rosalina y de Luis,
ahora de su sucesión.
Al otro lado del patio,
tras una cerca muy grande,
aunque nunca está habitada,
tiene la cuadra Carmen.
Y siguiendo para abajo,
cruzando la carretera,
está el garaje de Luis
con salvia y flores muy bellas.

La casa de mi otro ahijado
es la que viene primero
que tiene más de asturiano
que de Barrillos…es Pedro:

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Pedro Rodríguez Martínez,
de Jerónimo y de Nieves,
nieto de Pedro y Marina…
Y ya vale…¿tú no crees?
La siguiente es la de Berna,
al lado la de Tinina
y detrás de estas tres casas
otra que ya nadie habita…
Fuera casa del tío Pedro,
hoy de Pili y de Marucha
de las cuales era abuelo.

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Unos pasos y adelante
está la casa de Lidia:
tiene un patio muy precioso
con unas flores muy lindas;
era la del señor cura
en mis tiempos de chiquillo.
Llamado D. Manuel Ferreras,
con él fui yo monaguillo.
Sigamos para adelante.
Entrando por la calleja
la casa del tío Ricardo
(siempre cerrada la puerta)
y un poquito más abajo,
a la izquierda y la derecha
las dos casas del tío Siro,
ahora Elvira las regenta:

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una con patio precioso
ornado de lindas flores,
la otra se está cayendo
sin tejado y sin cuartones.
Un poquito hacia el rincón,
al lado de otra calleja,
la casa del tío Gaspar…
¡poca cosa de ella queda!
Date la vuelta, chaval,
y vuelve a la carretera:

la casa del tío Isidoro
encontrarás la primera.
Digo mal, es la segunda,
pues en una parte de ella
ha hecho su mansión Luisito
y ésta sí que es la primera.

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Gran familia de canteros,
Pedro, Isidoro y Gabriel,
y Diego, hijo de Isidoro,
gran cantero también fue:
marcos de piedra labrada
sacada en la su cantera
y un gran frontis donde están
grabadas sus herramientas,
frontis que yo vi labrar
sobre aquella hermosa piedra
por el año veintiuno…
¡qué darían hoy por ella!
Aquí viven Araceli,
Carmen, Agustín y Anecta;
con el teléfono público
para atender a quien quiera.

Y después viene la Cárcel,
hoy el chalet de Agripina
con huerto lleno de flores
y una pequeña piscina.
Si cruzas la carretera
la otra casa de Gaspar
que tiene un pozo en la huerta,
manzanales, un nogal
y un jardín con jardinera…
¿Sabes quién es?. Coral.

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Después casa del tío Quico,
a la izquierda y la derecha,
habitada por Domicia,
con su pozo de agua fresca.
Casa de mi tío Tomás,
de Eduvigis y Marcelo,
de mi cuñada Angelina
que era la mujer de Arsenio.

Aquéllos hicieron carros
pa todo el Ayuntamiento:
los unos eran cuadrados,
y los otros con cillero;
muchas puertas y ventanas,
también un púlpito nuevo
que hicieron para la ermita
llamada de los Remedios.

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Y subiendo por la izquierda,
cuadra de Agustín y Carmen:
¿sabéis cuántas vacas tienen?
No sé si ellos mismos saben.
Y allá en el Canto del Rollo
hay también una caseta
donde se guardan los trillos,
los que usaban en las eras.

Había una casa muy vieja
a la salida del pueblo.
La llamaban “la Barraca”
y aquí dormían los reos
a punto de ejecución
su peor último sueño.
Y en medio de dos caminos,
donde se alzaba un otero,
allí estaba la picota;
y rodeando el engendro
lo que llamaban el “Rollo”:
trece bancos por asiento
(doce para los jurados
y otro pa el Señor del Pueblo;
Señor de Horca y Cuchillo
era el señor de este pueblo
antes de Juana la Loca
y de Felipe Primero).

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Pero volvamos atrás,
que queda tela por medio.
En la calle de la Ermita
Isidoro está primero:
es una casa cerrada
con su laguna en el centro,
con puertas de fuerte chapa
y en la trasera su huerto.
Al otro lao de la calle
una casa de recuerdos…
¡casa de mi prima Amparo!
Con Felipe y Aquilino,
con Horencia y Emiliano
(los cuatro que en paz descansen)
con Conci, Tiri y Amparo.

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¡Cállate ya, Valentín,
que no te tengo olvidado:
es que eras mozo en Palacio
y aún no estabas “agregao”.
Aquella cocina de horno…
¡cuánto pan habría amasado!,
en aquel escaño grande…
¡cuántos sueños habré echado!
Si me sigues por la cuesta
te encuentras con la “casina” :
la mitad la hizo Arsenio,
el marido de Angelina;
la otra mitad Felipe,
el marido de Abisinia
(los cuatro ya fallecieron);
hoy es de Carmen, mi sobrina.

 

Enfrente queda la escuela:
se hizo en el veinticuatro,
hoy se llama “tele-club”
y puedes pasar un rato;
es además consultorio
pa todas las Arrimadas,
donde te consulta el médico
cada una o dos semanas.

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Casa de la tía Segunda,
la madre de mi mujer,
que fue pasto de las llamas
por el año treinta y seis:
hoy un tanto abandonada
porque no la habita nadie;
está sirviendo de cuadra.
Enseguida una casona
del tío Tomasón llamada:
lo que da a la calle es mío
pues se partío al heredarla,
la vivienda, de Estefanía,
la cocina de horno, de Aurea.

Pero mirando hacia el frente
ahora que caigo en cuenta,
el chalet de un servidor
con ese huerto que presta:

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tres borrajas, cuatro acelgas,
amén de unas cebollicas
pa completar la ensalada,
y también unos frutales
pero de “lo de fruta” nada.
Y subiendo hacia la ermita
la caseta más famada
porque el día de los Remedios
es la que más nos encanta:
allí se venden refrescos,
vinos, licores que agradan
a la juventud que viene
por ser fiesta, a celebrarla.
Es la Comisión de Fiestas
(Paco y Noemí la mandan)
quien se encarga de los gastos
y no se para por nada:
camareros, camareras
con garbo, salero y gracia
sirven muy bien a las gentes
que se marchan encantadas.

 

Al otro lado, al poniente,
se halla la última casa:
es el chalet de Jamín
y de Amparo, su asociada,
que vienen en primavera
y hasta el otoño no marchan.
Y unos metros más arriba
la Virgen más resalada
de toda la España entera…
Es la de mi pueblo…¡y basta!
La Virgen de los Remedios
a su plazuela asomada,
la Virgen de los Remedios…
¡más bonito ya no hay nada!

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Pamplona, Abril de 1992

 

NOTA: Ni que decir tiene que al cabo de más de veinte años muchos son los cambios y arreglos que tendríamos que hacer  en los versos de Licinio porque afortunadamente Barrillos ha cambiado a mejor en muchas cosas. Bueno es conservar estas trazas de la memoria histórica.