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VISADO PARA LA ETERNIDAD

febrero de 2017

La Sexta Columna dio la primicia: el Edén no es un Paraíso Perdido y el Ángel Guardíán que Dios puso a la entrada  está a punto de ser afectado por un ERE que le condenará a envainársela (la espada de fuego). Los descubrimientos científicos y las posibilidades de la artesanía genética están a punto de expedir el certificado de defunción a la muerte. Se acabó el implorar a los dioses, echar las cartas de la fortuna o afiliarnos a una religión que nos garantice una vida mejor al mudarnos obligatoriamente al otro barrio. A partir de ya Matusalem seguirá siendo una excepción pero por razones inversamente proporcionales: el mito de la longevidad se considerará que vio truncadas sus expectativas de vida a la demasiado temprana edad de novecientos sesenta y nueve años. No es ciencia ficción, nos dicen: en unos treinta años las herramientas estarán a punto para desmontar la maldición que convirtió a Adán y Eva en un vulgar homo sapiens condenado a muerte. Todo está escrito no en la mente de Dios sino en nuestro carnal código genético. Basta un escaneo y tendremos el mosaico exacto de nuestras debilidades, de nuestros riesgos sanitarios, de nuestras tendencias perniciosas, de nuestras posibilidades de supervivencia, de la gráfica de nuestro deterioro. Basta con retocar o sustituir las piezas del puzle defectuosas y la eterna juventud estará garantizada.

Supongamos que en el plazo previsto o en otro más lejano (afortunadas las generaciones venideras) se cumplen los pronósticos: engendrada una criatura por cualquiera de los múltiples sistemas que el placer y la ciencia nos ofrecen comienza la operación “ETERNIDAD”. Borrad de vuestra mente el espeluznante taller donde se ensambló a Frankistein. Tan sólo una pantalla de ordenador por donde se desliza la secuencia genética del candidato a inmortal: sus 23 pares de cromosomas y sus 25.000 genes aproximadamente (pido disculpas si mis datos biomédicos no son exactos o no están correctamente expresados, pero creo que no afecta este hecho a la parte nuclear de mis reflexiones). A alguien podría sugerirle que se trata de un videojuego en vez de un tratamiento médico. Aparece el gen portador del cáncer: eliminado o sustituido. Se identifica el culpable del envejecimiento: hundido. Se descubre el responsable de enfermedad mental: a la papelera. Quedan al descubierto los promotores de deformaciones: anulados. Se introduce el registro de las enfermedades habidas y por haber: inmovilizados todos los presuntos promotores. Y así sucesivamente hasta dejar una cadena proteínica perfecta que garantice la inmortalidad.

Éstos son los hechos, nos dicen, y yo voy a intentar sacar mis conclusiones. Suponiendo ( es mucho suponer) que para aquel entonces exista la Seguridad Social, ¿entrará esta analítica y la consiguiente rectificación genética en la cartera básica de servicios? Dado que los pobres (pinta que la clase media es especie en grave peligro de extinción) ya no pueden aportar más, ¿estarán los ricos dispuestos a mermar sus ingresos para que la eternidad o en casos excepcionales la muy alta longevidad sea un derecho constitucional? Vistos los derroteros por donde va el neoliberalismo imperante ¿tolerará la sociedad que sobre el planeta haya dos clases de humanos:  los que tienen derecho por la gracia de Dios a prescindir de la otra vida  y los otros: los del carpe diem, los transeúntes por el Valle de Lágrimas hasta llegar al  de Josafat, los desesperados y creyentes, los resignados y los rebeldes con causa? ¿Se repetirán los hechos bíblicos? Como hicieran nuestros primeros padres ¿huiremos sumisos con la conciencia cargada por el pecado de querer conocer el bien y el mal o nos revolveremos contra el ángel para tomar el Paraíso por asalto? ¿Los okupas de la Tierra Prometida no levantarán muros, vallas y concertinas para que las hordas populares sedientas de vivir mucho y bien no penetren en  SU  País de las Maravillas? Como en los tiempos antiguos se crearon las religiones para solventar la contradicción humana de querer vivir eternamente y constatar que morimos indefectiblemente, ¿cuál será la posverdad que nos servirán para calmar nuestras hambres y anestesiar nuestra sensibilidad de modo que aceptemos como un avance y gran progreso las migajas que dejarán caer de la mesa  del Gran Festín? Si los inscritos en la lista Forbes, siendo mortales, jamás se sacian amasando riquezas, ¿quién frenará su avaricia cuando necesiten cubrir los gastos de una vida eterna?

Pero dejemos los tiempos futuros  y ciñámonos a las apreturas del presente. ¿Es tolerable que nos planteemos la inmortalidad a corto plazo cuando  tenemos una mortalidad infantil escandalosa por falta de elementales tratamientos de bajo coste? Mientras tenemos muertos de hambre ¿es soportable que los superprivilegiados , ajenos a este dolor, se estén preparando el pasaporte para la eternidad? ¿A qué extremo de fariseísmo llegan los poderosos que simultanean patrocinar niñ@s a la carta  y financiar campañas contra el aborto sin aceptar el derecho de la mujer a interrumpir su embarazo ni siquiera en el caso de malformaciones?

Quienes no soportan ni el Obamacare, quienes niegan la asistencia sanitaria a los inmigrantes, quienes dejan fuera de la cobertura obligatoria medicamentos y tratamientos de vital importancia, cómo tienen la desfachatez de profetizar su próxima inmortalidad? ¿Es de recibo que quienes excluyen o no aplican la justa e imprescindible ley de dependencia nos pasen por lo más doloroso de nuestras debilidades su inminente , vergonzosa y vergonzante eternidad?

Nos insisten día sí y día también que el estado del bienestar es insostenible, que con esta longevidad que estamos alcanzando se han de cambiar los parámetros si no queremos que el estado quiebre y nos vayamos casi todos al carajo. Es preciso hacer copagos, recortar “despilfarros” (atención a transexuales, vacunas, crónicos, servicios preventivos, enfermedades mentales…), rascarse el bolsillo con planes de pensiones y seguros privados… Y para remate de males no nos quieren reconocer ni el derecho a morir dignamente.

No estoy en condiciones de valorar las posibilidades de que el ser humano sea capaz de vivir largamente e incluso por los siglos de los siglos, pero sí sé que es inmoral que la gula insaciable de unos pocos pivote sobre la hambruna de la mayor parte de la humanidad, que los privilegios de las élites puedan enterrar los derechos de cualquier ser humano, que la eterna juventud de los elegidos ose  exhibirse sobre un paisaje desolador de hambrientos, enfermos, desahuciados y desheredados. Los grandes capitales que explotan los seguros de vida, los hospitales privados y las pompas funerarias ¿permitirán la democratización y socialización de una vida humana pluricentenaria o incluso eterna?

Tal vez el futuro nos reserve la reedición  corregida y aumentada de la mitología grecorromana:  los héroes clásicos hijos de un dios y un humano puede ser que abandonen los firmamentos de la imaginación, se hagan carne y habiten entre nosotros. Las circunvoluciones del cerebro humano quizás permitan la aparición del superhombre  en edición limitada como último eslabón del homo sapiens mientras en su entorno pulularán una especie de Neanderthales postmodernos mortales, precarios, degradados por sus condiciones de vida , perdidos en  un hábitat totalmente hostil. Los sapiens  (o sea los listillos) vivirán durante los días laborables en reservas idílicas y en oasis reales para ellos pero todo un espejismo para los tuaregs de la tierra, y en los findes se irán al reino de los cielos ubicado en naves espaciales, en algún esteroide errante, en Marte o en cualquier planeta de próxima o remota galaxia. Tiempo al tiempo.