ZONA NUM. 2 DE BARRILLOS
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TOPÓNIMOS - ZONA 2

 

CAMINO DEL CORRAL

CANTARRANAS: Camino de la Devesa nos acompaña un reguero que durante toda la época de verano no lleva ni una gota de agua, cosa que parece ser que no les gusta a las ranas y por tanto no lo frecuentan. Es muy posible pues que este nombre se lo haya puesto alguien con un alto sentido del humor allá por los tiempos de Maricastaña ya que en el siglo XVII ya se le conocía con esta denominación.
El camino de Cantarranas formaba parte del “Viejo Camino de Santiago” o “Camino de la Montaña” y finalmente denominado “Camino Olvidado”, ruta que seguían los peregrinos en tránsito hacia Boñar. Se le conocía como “camino de los rocines” porque era muy .transitado por carros y caballerías para llevar a los mercados del lunes camadas de cerdos, reses, gallinas, huevos…Especial animación tenía en las ferias señaladas: San Pedro para comprar el “apaño” del verano (sombreros, rastros, guadañas…); El Pilar para vender alguna cabra, oveja o castrón que permitiera disfrutar de las alegrías navideñas (turrón, castañas, avellanas…); Las Candelas, el Lunes de Pascua…Cuántos recuerdos, cuántas penalidades… Por este camino se iba también a Palazuelo con destino al molino. En las fuertes pendientes arcillosas que van desde Mata-Cortina al reguero, solíamos practicar los rapaces el descenso sobre culera para desesperación de nuestras madres. Cuando se producía un accidente en estos resbaladeros teníamos a mano la farmacia naturista: se limpiaba la herida con saliva y se aplicaba , por la parte plateada y aterciopelada del envés, una hoja de pata de caballo. Y por supuesto que no faltaba la cantarela de “Sana, sana, con unto de rana…”
Aprovechando las cuevas de las areneras los guajes hacíamos lumbre en la tarde de El Pilar, esperando que las paisanas volvieran de la feria de Boñar y nos dieran los perdones (castañas, avellanas…)

LAS NOGALES: La gente de mayor edad recuerda haber sentido a sus mayores que nunca habían visto en este lugar nogal alguno: ironías de la historia que puede jugar una mala pasada a algún visitante que  busque desesperadamente un arbolito de ésos que suelen dar nueces si las heladas no lo malogran. Lo que sí se producen en la vaguada de las Nogales son hermosos ejemplares de chopo. Antiguamente los chopos se podaban allá por el San Miguel, una vez acabada la trilla y encerrada la paja. Las cañas se recogían en fejes atados con vilortas. Una vez seca, la hoja se encerraba en la tenada del pajar para alimentar el ganao (especialmente ovejas y cabras) en esos días de invierno en que la nieve impedía salir a pastar al campo. Había una rivalidad callada entre los podadores por ver quién arriesgaba más para dejar la guía lo más pequeña posible. Qué tembleque de piernas entraba allá arriba al cortar las cañas más finas, y más si se levantaba el aire. La madera de chopo viejo era bastante apreciada para hacer tablones y grandes vigas para la construcción: tablas de chilla, cuartones e incluso algún mueble. Hay constancia de este topónimo en el siglo XVIII.

TRAS-LA-CASA recibe el apellido del reguero que cruza estos terrenos. Su nombre ya se conoce en el siglo XVII. Para poder hacer más efectivos los riegos de estas tierras construyeron una pecina en la que más de una vez los guajes nos refrescábamos a la retestera del sol para aliviarnos de los fuertes calores  de algunos días de verano. Aquí había otro yacimiento de arena que era explotado por vecinos de los dos pueblos. Estas extracciones originaron una pequeña cueva que los rapaces aprovechábamos para desarrollar en su interior nuestras fantasías ancestrales, motivados especialmente por el entramado de raíces que formaban en el techo las rebollas. El nuevo trazado de la carretera ha destruido este paisaje. El nombre de este lugar figura ya registrado en 1638.

 

LAS CENTENERAS: Aquí sí que el nombre le viene al pelo: lugar bastante plano de tierras compartidas por vecinos de Barrillos y de la Arrimada abajo, donde se cultivaba centeno y otros cereales. En la parte baja, al estar más resguardada y muy expuesta al sol, se encontraba el cultivo de viñas más importante de la zona. Daban un vino agrio, propio de un clima que no es lo suficientemente cálido para que la uva coja azúcar. Aún hoy día quedan vestigios del antiguo esplendor. Aviso para amantes de la astronomía: éste es el lugar ideal para disfrutar del esplendor de la luna llena o sentir el hechizo del lucero del alba (planeta Venus). Al final de las Centeneras, cerca ya del Corral se encuentra la Cruz Barrera que marcaba los límites entre los pueblos, lugar éste arcilloso que tal vez explique lo de “Barrera”.

LAS REGUERAS: Praderas comprendidas entre la vía y el camino de la Devesa cuyo nombre encontramos registrado en el S. XVIII. Son tierras muy frescas (con mucha humedad) que producen entre las yerbas abundantes cardos…. El terraplén de la vía que da a estos praos era muy visitado por los buscadores de brinquetas (grandes adoquines de carbón-polvo prensado) o carbón de cok. Al describir el ferrocarril en este lugar una importante curva era frecuente que los carboneros dejaran caer piezas de carbón. Las brinquetas eran muy codiciadas por aquéllos que tenían cocina económica adaptada para carbón, y el carbón de cok a partir de los años cincuenta se utilizaba para la estufa de la escuela en la dura y larga invernía.
La atracción tecnológica de este lugar era el “Palenque Blanco” , una vulgar torre de tendido eléctrico para librar la vía, pero que a nosotros, acostumbrados a los postes (¿) de la Central de Pesquera, nos parecía una tecnología punta fascinante.

 

CAMINO DEL SOTO:

MATA CORTINA:En este triángulo limitado por el camino de Cantarranas, el camino que lleva al Soto y la vía, había cuatro áreas: las eras, las viñas, las tierras de cultivo y, flanqueando por el este, una larga mata de rebollas que a los bautizadores les pareció que era de muy muycorta longitud.¿Es esta interpretación la que dio origen al nombre?

Digamos que es posible. El inventario de 1638 sitúa aquí una de las heredades de la Parroquia de Santa Marina. Al estar en alto y despoblado de árboles permite un buen oreo, cosa importante en aquellos tiempos en que el viento era el aliado necesario para la limpia de la trilla. Las casetas o los espinos propiciaban la sombra necesaria para descansar de la tórrida faena de la trilla, para comer con aire “acondicionado”, o simplemente proteger el barril de los ataques del calor. Cuántos recuerdos me trae aquel espino de las era del abuelo Ricardo…A la derecha del camino y antes de llegar a la vía había unas viñas que producían el vino con denominación de origen Las Arrimadas

ELSOTO: Topónimo ya consignado en el S. XVIII que designa las tierras fronterizas con la Devesa: las zonas más próximas al reguero permitían cultivos varios ( forrajeras, patatas, trigo…)  y las fincas cercanas a la sierra, más secas y  escasas, se dedicaban sobre todo a servendos. Los pastores y apañadores se movían por estos pagos con el alma en un puño a causa del temido guarda de La Devesa. El reguero que lleva agua todo el año, era un ecosistema del agrado de las ranas que sobre todo poblaban el pozo que había junto al cruce del camino. Allí íbamos los rapaces a depredar anfibios. Así degustábamos sabrosas ancas de rana a la brasa y proporcionábamos un exquisito alimento a las aves rapaces (meatas o búhos) cuya cría regentaba el Sr. Cura para saciar su afición a disecar. Allí mismo, junto a la pared de Los Molinos, brota una fuente en la que era frecuente encontrar vaquiruelas. Por estas tierras cruzaba una de las sendas de los mineros, que después de atravesar la Sierra de la Devesa, el Valle las Fuentes y la Majada Vieja, terminaba en las explotaciones de Veneros. Si estos senderos contaran lo que oyeron: cuántas cuervas, cuántas bromas…para olvidar la dureza del trabajo o la tragedia del pozo.

EL CASTRO: Este paraje nos trae ecos del lenguaje celtíbero (estamos en tierras astur-vadinienses) o regusto de campamentos romanos. ¿Fue algún antepasado culto quien, en base a alguna tradición, bautizó a estas tierras calizas que forman un morro que separa y domina la vaguada de las Arrimadas y el valle del Soto? Al igual que otros muchos nombres apuntan a un cierto nivel cultural en nuestras raíces y tradiciones inmediatamente posteriores. Su vegetación es muy semejante a la de la sierra: alguna encina y plantas aromático-curativas. En épocas “micológicas” es posible descubrir (cada vez menos por mor de los depredadores) setas de cardo. Ni que decir tiene que las tierras que quedan del otro lado (norte) del montículo se denominan Tras-del-Castro.

JUAN-DE-MEÑASO: Comprende unos parajes ásperos tras del Castro, al final del Soto y que se extienden hasta el camino de la Devesa. El nombre primitivo de este lugar era el de Fondemeñaso como se le citaba en el inventario de Santa Marina si bien en el siglo XVIII ya se le conocía con esta denominación. En este último apéndice del Soto tenían propiedades algunos vecinos de Barrillos donde cultivaban  patatas y legumbres, cultivos que propiciaban la aparición de verduras muy apreciadas por los que iban a apañar que frecuentemente se topaban con limitaciones:
la maldita mondilla o el guarda de la Devesa. Si la cosa había ido bien, después de llenar la cesta, bien encalcada la verdura, la volcabas procurando que lo recogido mantuviera la forma de la cesta (forma ideal del repuelgo). La llenabas de nuevo y encima colocabas el repuelgo que sujetabas clavando el mango de la azadina que para eso terminaba en punta. Después colocabas la cesta en un alto, te cinchabas los bracines y “pa” casa.