ZONA NUM. 3 DE BARRILLOS
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Topónimos - ZONA 3 BARRILLOS DE LAS ARRIMADAS

ARCO ESTE-NORTE

POR DEBAJO DE  LA IGLESIA:

BAJO LA IGLESIA-LAS ÁNIMAS-LA CAMPANA-FUENTE FELIPE: Justo enfrente del cementerio, qué puede estar si no es la tierra de las Animas? A su lado tenemos la tierra de la Campana, propiedad eclesiástica ya en 1638 y que en 1812 es citada como “tierra de Nª Sra. de los Remedios” por ser de su pertenencia . Y más abajo Fuente Felipe: ni los más entendidos saben quién fue este Felipe, ni jamás han encontrado la fuente. Cosas del diablo.

LAS CORTINAS- LA CHOPA-LA MASERA- EL TEJAR-TIERRA LENGUA-LA TRINCHERONA: Si avanzamos hacia Acisa  cruzaremos un conjunto de tierras relativamente planas con un subsuelo rico en acuíferos, cosa que allá por los años cincuenta desató la fiebre de los pozos. Parecía aquello destinado a destronar a Juan-del-Mar como despensa verde para humanos y animales. Pero la crisis del campo con la consiguiente despoblación, lo abortó. Hoy día muchas de estas fincas están abandonadas y las otras se explotan como praos. Aún sigue en pie uno de los manzanales de gigosas, fruta que no se resistía, por más agrias que estuvieran, a los dientes de la rapacería. El nombre de Tejar existe al menos desde el siglo XVII y dejamos a la imaginación de cada quisque buscar el porqué de este topónimo. Junto a la vía se encuentra la Trincherona que debe su nombre a la vaguada escavada para mantener uniforme la inclinación del ferrocarril: la comparación con la otra trinchera que hay por debajo de Juan-del Mar le permite gozar de un aumentativo.

JUAN-DEL-RÍO: Este topónimo en sus inicios es muy posible que fuera Fon-del-río, encajando perfectamente esta denominación en las características del terreno que cuenta con abundantes aguas subterráneas. Estas tierras precisamente tenían fama de producir una buena legumbre, cultivo que debió sustituir al lino que era uno de los productos específicos de las Arrimadas hasta el siglo XVIII.

LAS CARRIZOSAS:Tierras muy húmedas, en algunos puntos casi chamargales, donde se dan los carrizos. Este nombre de las Carrizosas lo encontramos ya registrado en el siglo XVII. Las características de estos terrenos favorecían los cultivos de remolacha, nabos, hortalizas, titos, maíz o alfalfas.

LA FRIONA: Son las tierra que hay junto a la vía un poco más arriba. Tal vez el nombre provenga de que estas fincas tienen bastante humedad, lo que propicia que sea un terreno fresco. Si el tiempo había sido favorable, aquí se producían buenas cosechas de patatas.
SIERRA-FLARES,  LAS GAVIAS, ESCOBARÓN, CANGA LA MASERA, EL LIBERTAO, EL CASTRILLÍN – Franja de tierras escasas que está encajonada entre la vía y el pie de la Sierra, que comienza allá por la Trincherona y acaba en el Jardín. Hoy día están muy abandonadas en su mayoría son dominio de yerbajos y garamitales (rosales silvestres), en otro tiempo muy apreciados por los guajes debido a los ricos carneros (tallos tiernos) y a la sabrosa “mermelada” de las garamitas. Era todo un arte extraerla del fruto sin tragarse las semillas recubiertas de una pelusina tremendamente molesta para la garganta y hasta dolorosa para otras funciones como recuerda la copla: “Las garamitas del garamital / pican en el culo / y no dejan cagar”. Para quienes era un verdadero manjar sin ningún tipo de miramientos era para las cabras que saltaban y se enguilaban por los zarzales como locas. Y cómo se les notaba en el pelo y en las carnes allá por el mes de octubre: era el momento de llevárselas al puchero o adobarlas para cecina (¡qué rica!). Si las necesidades económicas apretaban se llevaban a la Feria del Pilar en Boñar para sacar cuatro reales que bien venían para la dura invernía. En el siglo XVIII hay constancia del nombre de Sierra Flares, Las Gabias, el Castrillín.

 

HACIA JUAN DEL MAR

EL RESBALADERO: Tras cruzar el reguero Felechar que desciende al Villar, hay una montículo de tierras arcillosas que nos lleva hasta Juan-del-Mar. No hay duda que la denominación le viene de la práctica de esta especialidad de descenso en cuclillas practicada en sus taludes por la jurcia. De todas maneras nunca estas pistas llegaron a tener la afluencia de practicantes con la que contaban Cantarranas o los barrancos de la Collada Vieja. En estas laderas había unos cerezos en los que los guajes competíamos, allá a finales de junio, con las pegaratas a ver quién era más “rapaz”. El miedo a que viniera el amo, la golismia que nos devoraba y el hecho de que fueran tan pequeñinas conllevaba que nos comiéramos las cerezas con hueso y todo. Así que en esta época no era extraño encontrarse montonines de pepitas de cereza excretados en cualquier lugar mínimamente “reservado”.
LA CAMPERA: Al llegar el camino al alto, a la izquierda, hay una pequeña planicie cubierta de pradera, cosa que explica su nombre.

LA TRINCHERA: Este altozano termina bruscamente por la parte norte al ser desmontado para la construcción del ferrocarril. Sin duda el nombre es muy adecuado.

JUAN-DEL-MAR: Bello nombre de tradición legendaria, el más ilustre de nuestros tres “Juanes”. Como ocurre con el “Juan” de Meñaso o “del Ríos es posiblemente una transformación de “Fon” que haría una clara referencia al más preciado de nuestros manantiales. Y el apellido “del Mar”, ¿ lo recibió en homenaje al mar que nos cubrió hace millones de años? A la entrada de Juan-del-Mar nos encontramos con la fuente de la Carreta así denominada por contar con una adaptación barrillense de una leyenda muy leonesa: en cierta ocasión una pareja que tiraba del carro fue a beber en esta fuente y poco a poco se fue hundiendo hasta desaparecer en aquellos chamargales sin fondón.
Más abajo tenemos el corcho, manantial que, según los nativos, da la mejor agua de nuestro vago. Lo mismo pensaban los maquinistas de aquellos viejos carboneros que se paraban discrecionalmente en este punto para rellenar sus barriles.
Aprovechando las aguas de estos manantiales con el sistema “pecina” se podían cultivar unas buenas hortalizas, ya que la tierra es de buena calidad. Las bozas de Juan-del-Mar no hay duda que eran la “alegría de la huerta” de Barrillos. Los riegos se hacían por turnos (tres al día), previo pago al pueblo de un canon de agua. Este mismo sistema se seguía en las otras zonas de “regadío”.

 

CAMINO DE LA ENCUAJADA:

EL CALLEJÓN: Recibe esta denominación porque el camino que lo cruza en este tramo anterior a la vía, es bastante estrecho. Antiguamente era un conjunto de bozas de hortaliza regadas por las aguas de las fuentes de Valdeo y la Vallina Verde, los únicos manantiales de las vallinas que seguían manando en la época de verano. Aquí había  uno de los perales más viejos del pueblo. Su fruta es la llamada pera cocedera (o asadera) también conocida como pera coruja, que constituía uno de los postres obligados de las fiestas de Navidad hechas al vino son una “delicatesen”).

EL VILLAR: Topónimo del que tenemos referencia en el S. XVIII: tierras de regadío dedicadas antiguamente a forrajeras (alfalfa, trébol) y huertos de hortaliza (bozas) que se encuentran por debajo la vía, al lado derecho del camino que nos lleva a la Sierra También contaba con su pecina. Las fincas que daban al camino estaban protegidas de la entrada de animales por paredes de piedra pura y dura que habitualmente se remataban con espinos. La entrada estaba franqueada por una portillera, cuyas ”bisagras” eran anillas fabricadas con vilortas retorcidas. Estas tierras eran muy adecuadas para dedicarlas a garbanzales, cultivos muy frecuentados por los rapaces cuando la legumbre estaba en su punto: ya desarrollada pero aún tierna. Se decía por entonces que el roce de la piel humana hacía que  las plantas de garbanzo “rabiaran” (amarilleaban y finalmente morían). Lo cierto es que esta enfermedad que proviene de un hongo puede propagarse  porque una persona  o animal que pasa por la zona afectada, al adentrarse en área sana trasporta la enfermedad.
EL REDONDAL:El final de los huertos, antes del reguero de la Encuajada se sitúa el Redondal. Algunos pequeños frutales, totalmente envejecidos, son los restos arqueológicos de tiempos mejores (agrícolamente hablando). ¡Qué imagen tan familiar la del tío Segis (Chejo para los amigos) con su escabuche al hombro, camino del Redondal.! Si por casualidad nos cruzábamos, siempre me decía: “O apartas tú o aparto yo, que los dos no cabemos”, haciendo referencia a nuestra buena dotación nasal.

LA JUNQUERA:Al otro lado de la vía y del lado izquierdo del camino de la Encuajada está la Junquera. Muy antiguamente allí hubo eras, pero a partir de los años cincuenta han sido simples praos. Lo más singular de este paraje eran los frutales del tío Ricardo, entre los que sobresalían dos manzanales de manzanas sonrojadas y de un perfume extraordinario, cualidades que las hacían de una apariencia inmejorable pero su sabor era bastante agrio. La tía Lidia las guardaba en el desván y perfumaban toda la casa (¡eso sí que era ambientador!).

EL JILBÓN: Praderas muy variadas que iban desde el tipo adil (junto al camino), hasta las hierbas propias de las zonas húmedas (en las proximidades del reguero). Una vez segado el primer pelo eran muy aprovechadas para la pación. Antiguamente la recogida de la hierba era un trabajo muy duro: se segaba a guadaña quedando la hierba en forma de marallos; cuando estaba seca la parte de arriba se le daba la vuelta; se cargaba en los carros dotados de armaduras, bien colocada y repartida para evitar que entornaran; finalmente se peinaban con el rastro para no perder yerba en el camino y se amarraba con sogas…Pero aún quedaba el trabajo más duro: meterla en el pajar por el boquero. ..¡Ay de quien le tocara estar en el pajar para distribuir la ceba…Menos mal que en aquellas épocas no se conocían las alergias a las gramíneas. Lo que sí nos encantaba a los guajes era pisar el pajar: podríamos describirlo como la prehistoria de las camas elásticas. El Jilbón era el lugar preferido para los cazadores de grillos. Hubo un cura en el pueblo allá por la década de los cuarenta, D. Pascasio, que tenía la costumbre (o manía) de coleccionar estos insectos durante el mes de mayo. Cada vez que le llevábamos material nos premiaba con un caramelín. El día uno de junio los soltaba por la ventana y allí verías tú las gallinas de la tía Nieves darse una guchipanda de cuidado.

SALGUERAL-LAVANDERAS-TACONA: En el siglo XVII estas tierras se conocían con el nombre de “Salgueros” dada la preponderancia  de estos árboles debido a la humedad aportada por el reguero. Son praos que completan el triángulo cerrado por la unión del Carcaval y el reguero que, desde El Felechar, va enriqueciendo sus aguas con las fuentes del Vallejo, Juan del Mar y Encuajada. Continúa la vegetación propia de ribera: chopos, balsas y sobre todo salgueros (o paleros). El “cultivo” del palero comenzaba en la primavera podando los cepos al rape. Los brotos nuevos, vilortas, tenían múltiples aplicaciones: entramado de portilleras y costanas, lianas para atar los fejes, coser las sebes,  hacer cestas… Esta última faena era obra de cualificada artesanía que no todo el mundo conseguía realizar con éxito. Las vilortas estaban en su sazón allá por El Pilar y había que espabilarse si no querías que los más lambrones te dejaran a verlas venir. Las vilortas más preciadas eran las llamadas “de pie”, que eran las varas brotadas del tocón de un palero talado. Los rapaces las empleábamos en pleno empuje primaveral para hacer silbatos y trompetas.

LA ENCUAJADA: En el siglo XVIII se la denominaba “Incuajada”. Es otro de los lugares más señalados. Sus credenciales: tener la fuente más caudalosa de nuestro vago. Pero como no hay pro sin contra, esta magnífica fuente, en los años de mayor sequía se esgotaba en verano. Aquí estaba el lavadero de ropa mejor dotado: depósito totalmente enlosado, con láganas laterales inclinadas que hacían de lavaderas. El lugar, abrigado y muy soleado, lo hacía apetecible (dentro de un orden) para lavar en invierno. Pero tenía la pega de la distancia: las mujeres iban cargadas como vemos en esas imágenes de países tercermundistas con el balde en la cabeza y dos calderos en las manos. Los mozos limpiaban el lavadero dos veces por temporada: el primer domingo de noviembre y de febrero después de misa. Una vez realizada la faena pasaban a buscar la recompensa casa por casa con el mismo ritual de las rondas de Antruido y Sábado Santo. Como es natural, todo terminaba con una Grandona., celebración que a finales de los cincuenta se externalizó recabando en la cantina del tío Jeromo. A ella iban sólo los mozos y se introdujo un plato nuevo en el menú: el gato. No crean que a los mozos de entonces (Candi, Lice, Agustín, Juan, Maxi, Felipe, Atilano, Eugenio…) les daban gato por liebre. No sólo eran sabedores sino que actuaban con premeditacón, alevosía y nocturnidad: días antes de la guchipanda seleccionaban los dos mejores gatos del pueblo, aprovechando las oscuridades los daban por desaparecidos y después de dos noches al raso después de desollarlos, la tía Nieves o Amparo los condimentaban. ¡Vaya veladas!
A pesar de estar a pie de la Sierra, con materiales muy calizos, nos encontramos con muchos ejemplares de bejacanes.
EL JARDÍN: Seguidamente está El Jardín. Dice la leyenda que este nombre le viene de ser el patio ajardinado de una comunidad de monjes que regentaba la Iglesia: un gran túnel unía el lugar de trabajo con las zonas de ocio. Esta pradera está totalmente circundada de brunales.

EL CASERO: Enfrente, al otro lado del camino, a punto de entrar en la Sierra, tenemos unos magníficos ejemplares de pino rojo (producto de importación). Pasado el  reguero comienza la Sierra y reguero abajo se extiende Los Molinos.

LOS MOLINOS:  Reciben este nombre los márgenes del reguero en su recorrido desde  El Casero hasta el Soto. El origen de este topónimo viene dado por el hecho de que en este tramo antiguamente (hay constancia escrita en el Siglo XVIII) había instalados dos molinos de temporada, uno de ellos propiedad del titular de la parroquia. Esta área es la zona prácticamente exclusiva en la producción del orégano barrillense, planta que  recogida en plena floración (normalmente a principios de agosto) se utiliza tradicionalmente para el adobo de la matanza. También hay gente que hace infusiones para el tratamiento del catarro. En todos estos rincones que bordean los regueros es una gozada escuchar el canto de los pájaros que compiten por brindarnos lo mejor de sus trinos.

 

LA SIERRA Y LOS VALLES

 

LA SIERRA: Pequeña cadena montañosa de carácter calizo, que separa la vaguada del pueblo, de los Valles y que se alarga desde Acisa al Soto, con una cota máxima de 1078 m.. En lenguaje científico geográfico, se trata del flanco sur del anticlinal de La Losilla, que va desde las proximidades de Llamera a Barrillos. En la parte este (Cimera) está formada por una roca completamente blanca, de alta calidad, denominada “piedra de Boñar” o “piedra de grano”, considerándose juntamente con la zona de la cantera de Boñar como una de las zonas más favorables para la extracción de bloques de roca ornamental con unas reservas de unos 15 Mm3. En ambos casos las capas presentan gran continuidad lateral, un espesor adecuado, homogeneidad textural suficiente y en general baja fracturación, presentándose los afloramientos en zonas con altos ratios de roca ornamental/estéril, según el Departamento de Ingeniería Minera de la Universidad de León y el Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo. En base a los estudios de estos Departamentos financiados por la Diputación de León en 1999, se ha reiniciado la explotación de canteras en el extremo oriental de la Sierra.
En la parte inferior ( Sierra Bajera) la piedra toma tonalidades rojizas debido a la oxidación que ha sufrido. Esta piedra es la que se utilizaba para la construcción de paredes (vallados) y edificaciones en general.
La composición caliza de las rocas y los restos fósiles nos indican que un día estas lomas fueron los fondos del mar donde se sedimentaban toda clase de conchas. Qué cosas tiene la geología!
La vertiente que da al medio día es un ecosistema sumamente austero, el único tolerado por los lagartos en un clima tan crudo como el nuestro. El árbol que soporta la sequía, la pobreza y dureza de este terreno es la sufrida encina, en cuyos huecos anidan las abubillas. Por lo demás, hierbas aromático-medicinales, pan de pajarín y cardos indomables.
La vertiente norte, mucho más fresca, rica en musgos y líquenes, constituye el único ecosistema de la zona donde se da el serbal .

Dos canteras importantes había en la zona este de la Sierra. Ambas pertenecían a una notable familia de canteros, que dominaban a la perfección el arte de grabar y esculpir, como lo demuestra la puerta de entrada de su casa. La calidad de esta “piedra de grano” queda probada por el hecho de que fuera utilizada para alguna de las restauraciones de la catedral de León y sirviera también para la construcción de la parroquia de Santibáñez de Rueda (1743) y la torre de la iglesia de Yugueros. En la cantera más próxima a la Encuajada se aprecia la boca de entrada a una cueva que recorre gran parte de las entrañas de la Sierra. Tiene poco valor espeleológico y artístico. Ha sido bastante maltratada por sus visitantes: han hecho desaparecer un esqueleto humano que hubiera dado información sobre nuestros antepasados y han arrasado las pocas estalactitas que la adornaban.
La explotación de la cantera ha creado un abrigo natural que se ve mejorado a causa de que la piedra acumula el calor del sol que le da la mayor parte del día. Esto lo saben muy bien las cigüeñas de la vega de Boñar que en las tardes frías con que a veces nos sorprende el verano, acuden a conversar en este refugio.
Actualmente se han reabierto las canteras en el extremo este de la Sierra.

La cara sur de la Sierra Bajera es una auténtica reserva del roble albar digna de jardín botánico: comparando las hojas se puede ver la evolución desde la hermana encina hasta el roble clásico de hoja lobulada.

LA LLANA: Altiplanicie que corona la Sierra, y que el camino de los Valles divide en Cimera y Bajera. Eran tierras muy adecuadas para el cultivo de la forrajera esparceta. La Llana  Cimera, formada por dos plataformas a distinto nivel, es el lugar donde se encontraban toda clase de fósiles marinos. Y decimos “se encontraban”, porque hace décadas, al roturarse cada año las tierras, dejaban al descubierto estos tesoros del pasado y la gente los recogía. Hoy en día es difícil encontrar algo que merezca la pena.
En la Llana Bajera, algo más plana, además de fincas de esparceta había sembrados de titos cantudos (una especie de altramuces) que cuando estaban en su punto de maduración eran bocado exquisito, así que eran objeto de las razias infantiles.

LOS VALLES: De este topónimo, con los apelativos de “de arriba” y “de abajo”, tenemos ya constancia en el Siglo XVII. En la actualidad se los conoce como Cimeros y Bajeros. Este valle por el que discurre el arroyo Prado que va a desembocar en el Reguerón de la Devesa tiene un microclima especial que permite una flora extraordinaria, y , en el caso de la pendiente norte de la Sierra, exuberante. Es el reino de los robles, del majueto y la corvina; pero su perla más preciada es el serval, árbol que nada más se encuentra por estos pagos. Los Valles Cimeros los forman Los Barriales y Los Puntidos; desde El Rebollón (conocido en el siglo XVIII como la Mata de los Valles) comienzan los Bajeros que continúan por La Felechona, El Arca,el Sotámbano, La Londroguera y Mala-Noche. El reguero marca la línea de separación con las tierras de la Devesa, menos a la altura de San-Millano, la Fuente-la-Culebra y Sierra-Junta, en que nuestro vago se adentra por el margen derecho.
La parte cimera de los Valles, los Barriales o Bardales  (nombre ya utilizado en el siglo XVIII), destaca por las grandes pantallas de majuetos que rodean las fincas. Aquí casi llega a adquirir categoría de árbol y sus ramas se adornan con variados y fantásticos líquenes, signo inequívoco de la pureza de los aires que por aquí respiramos. Estas supersebes naturales (bardales) son el refugio de muchas aves y el lugar preferido por los tordos para hacer sus nidos. Más o menos al medio se encuentran  Los Puntidos. El nombre le viene de los puntidos construidos por los propietarios de las fincas que hay por encima del camino. A causa de la excesiva humedad de la tierra decidieron realizar este sistema de drenaje denominado puntido: se abre una red de gavias un tanto profundas, se receba de piedras desordenadas el fondo de las mismas y se rellena nuevamente de tierra el resto.
Si vas a los Valles, abre los ojos y déjate sorprender.

FUENTE DE LA CULEBRA: Se supone que el nombre de la fuente se debe a ´que este lugar propicio por su humedad a las gafuras  era frecuentemente visitado por reptiles de este tipo. La maleza tiene cegado actualmente el manantial, pero los chopos y el verdor de la hierba dan fe del tesoro que hay en el subsuelo. Por este lugar pasaba otra de las sendas de los mineros que trabajaban en los pozos de la parte alta del Valle de Veneros.

SIERRA JUNTA: Por encima de la hoya de la fuente hay unas tierras, que como su nombre indica, forman parte del pie de la Sierra de la Devesa donde se tocan o juntan los términos de este pueblo y los de Barrillos.

SAN MILLANO:  Este nombre recoge la tradición de que en esta zona pudo estar situado el pequeño monasterio que consta que existió allá por el siglo X, dedicado a San Millán y que representa el primer referente histórico de Barrillos.

FELECHONA,EL ARCA,SOTÁMBANO,LONROGUERA,MALA-NOCHE: Estos topónimos corresponden a los Valles Bajeros formados por la ladera norte de la Sierra y las tierras del fondo del valle. Se trata de fincas frescas con escasas horas de sol y que cuentan con buen tempero. Estas condiciones eran muy favorables para el cultivo de patatas y titos. Hay documentos del siglo XVIII dan fe de los nombres de La Londroguera y Mala Noche.